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Nochevieja

Saturno no tenía su mejor día, su hijo, Júpiter, lo había expulsado de Roma, pero Jano lo

acogió en su reino. Los dioses son agradecidos, al menos Saturno lo era, y concedió a Jano

el don de ver el pasado y el futuro. De ahí que a Janus, que nació hombre y murió dios, se

le represente con dos caras representando estas dos visiones.

Jano era el dios de las puertas, el que las abría (Patulcius) y el que las cerraba (Clusius) y

hemos acabado otorgando su nombre al primer mes del año. Y gracias a sus dotes, Julio

César, que acababa de modificar el calendario, lo designó como el dios que diera inicio al

nuevo año.

Y desde Julio César, son muchas las tradiciones y costumbres que se han instaurado para

celebrar el cambio de año. Las doce campanadas, las reuniones familiares y de amigos, los

besos, abrazos, deseos y propósitos de nuevo año. Pero rompamos el mito universal de las

doce campanadas y de los propósitos: el 56% de las promesas para el nuevo año se

rompen la segunda semana de Enero, y las doce campanadas se quedan muy cortas por

ejemplo en Japón, donde celebran el cambio de año con 108 campanadas, una

ceremonia conocida como “joya no kane” que tiene lugar en los templos budistas. La

razón es que hay 108 deseos mundanos que causan el sufrimiento y de este modo se

purifican todos.

También es conocida la costumbre de la lencería de color rojo en Brasil, Italia y Chile o la

de comer lentejas en Italia, símbolo de riqueza.

En Chile son algo originales… o excéntricos, barren la casa y cogen la maleta y se pasean

por casa con ella. En Inglaterra y Escocia son más refinados y ahí tienen el “First Footing”,

y es que el invitado que llega el primero será el que proporcione la buena suerte en el

nuevo año y comer lentejas. En Brasil son más de exteriores, se visten de blanco, aunque

la lencería sea roja, y lanzan ofrendas en forma de flores, collares y pulseras a la diosa del

mar Lemanjá. Y no solo eso, también es tradición meterse en el agua y saltar olas, pero no

saltan ni doce ni 108, se quedan en 7.


Los fabricantes de platos hacen su agosto en Diciembre, al menos en Dinamarca, porque

se dedican a romper los platos de la cena de Nochevieja. Y puestos a tirar cosas, tanto los

chilenos como los portorriqueños se dedican a tirar cubos de agua por la ventana.


En Grecia es tradición jugar a cartas y otrs juegos de meda, pero apostando monedas, y

en ciertas zonas de Grecia también hay la costumbre de decorar las casas con granadas.

Además, salen de casa poco antes de medianoche, simbolizando el año viejo que se va y

al regreso entran siempre con el pie derecho antes y la primera persona que vuelve a la


casa lleva una granada en la mano… que rompe contra la puerta. Algo más místicos

parecen en Alemania, donde funden plomo y la bola fundida la zambullen el agua; cosas

de la física y la química, el plomo se solidifica de nuevo pero en formas distintas que se

medio interpretan para conocer qué depara el nuevo año.

Hay que reconocer que comerse doce granos de uva, uno a cada campanada es algo

extraño -los japoneses tienen suerte de no haber establecido esta tradición- pero hay

otras que no se quedan atrás. Juno debe estar mirando el pasado con extrañeza y el

futuro con expectación.



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